viernes, 12 de marzo de 2010

Palabras malditas

Qué siniestra llega a ser la vida de algunas palabras. Qué triste su destino.

Nacidas con vocación de concordia y benevolencia, el procaz abuso interesado a que son sometidas acaba por convertirlas en instrumentos de ofensa. Armas arrojadizas contra quienquiera que se atreva a mostrar el más mínimo signo de discordia.

Una de esas palabras (quizá no la más importante, pero sí muy significativa) es, a mi entender, "tolerancia".

Nada hay en su génesis ni en su esencia que permita asociarle ningún aspecto negativo; sin embargo el resultado de su constante e irreflexiva aplicación la han hecho tan hostil como peligrosa.

Todo comenzó en el momento en que se admitió tolerar lo intolerable. Cuando pasamos, como en un balancín, de la absurda represión al marasmo de la indiferencia social frente a la agresión ajena.

Para esta triste metamorfosis de la tolerancia fue necesario extirpar de su contenido semántico el mayor de sus tesoros, el "respeto".

Basta el simple ejercicio de reflexionar sobre las actitudes que exigen ser toleradas, y enfrentarse a las que carecen de respeto por aquellos a quienes reclaman dicha tolerancia.

Quienes vociferan a las cuatro de la madrugada y llaman "intolerantes" a quienes les recriminan.

Quienes se arrogan la verdad absoluta y claman por la "tolerancia" para cubrir a las mujeres con un burka.

Seguro que cada cual conocerá ejemplos de su propia cosecha para ilustrarlo.

Ojalá se pueda recuperar esa preciosa palabra con todo su contenido: Tolerancia cero para la falta de respeto.

Diego Díaz.

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